En el primer bienio de la II República la educación se convirtió en prioridad. Al plan masivo de creación de escuelas y de construcciones escolares emprendido por el Ministerio de Instrucción Pública, se sumó la atención social a la infancia. Se encomendó a los consejos locales y a los ayuntamientos, por el Decreto de 28 de agosto de 1931, la creación de las cantinas escolares.
Se igualó la matrícula de niñas y niños y algunas figuras ilustres, como Rosa Sensat, dignificaron los conocimientos femeninos.
El modelo de escuela mixta no se pudo completar: se extendió en los Institutos de Bachillerato, en las Escuelas Normales y en sus escuelas anejas, pero no llegó a implantarse en la enseñanza primaria hasta los años de la Guerra Civil un Decreto de la Generalitat, de septiembre de 1936, establece la coeducación en las escuelas primarias catalanas y se extiende a todas las escuelas primarias de la zona republicana al año siguiente.
Lo que sí mejoró notablemente fue la formación del profesorado. En septiembre de 1931 se implantó el “plan profesional” con tres cursos de formación y uno más de práctica docente que reformaba las Escuelas Normales, un nuevo plan que pretendía elevar la formación de los maestros y maestras y que unificaba los dos sexos en una sola Normal mixta.
Durante la II República culmina el incremento cuantitativo y cualitativo de universitariasque se había iniciado en los años veinte. Las mujeres se matricularon fundamentalmente en Farmacia, Filosofía y Letras, Ciencias y Medicina. Pero, sin duda, el cambio de mayor calado en estos años consiste en que, por primera vez, se acepta con naturalidad que la titulación universitaria de las mujeres puede implicar un ejercicio profesional. Aparecen las primeras profesoras de bachillerato, inspectoras de educación, profesoras contratadas por
la Universidad, se abrieron unas expectativas a la presencia pública de las mujeres que serían truncadas por la Guerra Civil y los primeros años del franquismo.

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